Creo haberlo contado alguna vez: cuando mis hermanos y yo éramos adolescentes, tenÃÂamos la tendencia a contestar a mis padres con monosÃÂlabos o poco más (reconozco que yo me llevaba la palma), como por otra parte es y ha sido propio de casi todos los chicos en la edad ingrata. No era sólo que no quisiéramos dar parte de nuestras andanzas (ya saben: “¿Dónde vas?†“Por ahÃÂâ€Â. “¿De dónde vienes?†“De por ahÃÂâ€Â), sino que nos cansaba y aburrÃÂa dar respuestas articuladas, asàque las reducÃÂamos a “Buenoâ€Â, “Valeâ€Â, “Yaâ€Â, “Que sÆo incluso a algún gruñido. Y recuerdo que mi madre, ante tanta desgana, nos reprochaba: “No seáis tacaños con la lengua, por favor. Es lo último. No seáis perezosos con las palabras; ni que hablar bien costara dineroâ€Â. La pobre tenÃÂa la batalla perdida en aquella época, porque, en efecto, a esa edad los chicos no sólo se convierten en holgazanes, sino que sienten que está mal visto entre sus compañeros expresarse con propiedad, hacer uso de un vocabulario preciso y amplio, y, aunque estén en posesión de él, prescinden avergonzados, no los vayan a tomar por redichos o raros. En la adolescencia el temor a la manada es enorme, hay pánico a ser rechazado. Por eso los quinceañeros suelen ir vestidos igual, se aficionan obedientemente a las mismas cosas, utilizan los mismos giros y abrazan una especie de dialecto limitado, todo con el solo propósito de que los demás oigan su grito: “Eh, ¿no veis que soy de los vuestros?†En lo que se refiere a la lengua, se retrocede voluntariamente a una fase cuasi gutural, inarticulada.
Por lo general esa fase terminaba al cabo de unos años. Hoy ya no es asÃÂ, y constituye una prueba más de la infantilización inducida o deliberada del mundo. Cada vez hay más gente adulta a la que le da reparo mostrar un buen dominio de la lengua, hacer gala de un léxico rico, comunicarse con claridad y exactitud, lo cual lleva rápidamente a que dé lo mismo lo que se diga, con el pretexto de que en todo caso “se me ha entendidoâ€Â. También se entendÃÂan en lo fundamental los prehistóricos que carecÃÂan de lenguaje. El desarrollo y perfeccionamiento de éste, su progresiva sutileza, han sido sin embargo el mayor logro de la humanidad, al que los actuales humanos -por lo menos los españoles- parecen deseosÃÂsimos de renunciar. Hasta el punto de que leàhace poco en una novela: “Fue incapaz de gesticular palabraâ€Â. No sé si era un escritor al que le sonaba “-ticular†para esa expresión y tanto le daba el verbo que eligió como “articularâ€Â, o bien uno ya convencido de que, a este paso, las palabras serán pronto sustituidas por los gestos y las señas, regresándose asàa la noche de los tiempos.
Una de las más claras muestras del deterioro de nuestra lengua es el desconocimiento existente -entre polÃÂticos, periodistas, locutores de telediarios, a los que se presupone cierta formación- de los verbos especÃÂficos de cada cosa. Por algo los hay, pero están cada vez más barridos del habla de nuestros contemporáneos. De la misma manera que un gato no ladra ni un perro maúlla, que un elefante no croa ni una rana barrita, hay sustantivos que necesitan un verbo determinado. Hoy, “dar†o sobre todo “hacer†valen para todo. En español nunca se “da†un discurso, como se hartan de decir en las noticias (en inglés sÃÂ, y probablemente de ahàviene la plaga, de los millares de traductores pésimos en activo), sino que se pronuncia, o coloquialmente se suelta o se larga. La corresponsal de TVE en Londres se quedó tan ancha tras comunicarnos que “Cameron ha hecho un mea culpaâ€Â. ¿Ha hecho? Unmea culpa se entona, o si acaso se expresa, pero jamás “se haceâ€Â. He oÃÂdo que alguien “habÃÂa hecho un buen polvo†(por “echadoâ€Â, se sobreentiende), y pedir -posible catalanismo, en este caso-: “Anda, hazme un besoâ€Â. Hay una serie de verbos absurdos que se utilizan para todo y que han eliminado a otros mejores. Todo el mundo hoy “traslada†lo que sea, su malestar, su opinión, su postura, sus condolencias, un mensaje, cuando ese verbo, justamente, implica más bien un desplazamiento fÃÂsico. Nadie comunica, ni transmite, ni hace partÃÂcipe, sino que sin cesar “trasladaâ€Â. Otro tanto ocurre con “compartirâ€Â: “Comparte con nosotros tu experienciaâ€Â, en vez de “Cuéntanoslaâ€Â; o “No comparto el veredictoâ€Â, en vez de “No lo apruebo†o “No estoy de acuerdoâ€Â. Lo de “escuchar†por “oÃÂr†(esa catetada) ya clama al cielo. Cuando a Bisbal se le quebró la voz en un concierto, la locutora dijo que “Se vino literalmente abajoâ€Â, y yo no lo vi por los suelos. Hay más ejemplos; hasta “Se quedó literalmente muerto†he oÃÂdo. ¿Qué creerán que significa “literalmenteâ€Â? Todo se mezcla: una redactora de TVE afirmó que tal ciclista “conoce los Alpes como anillo al dedoâ€Â, luego supongo que a ella un regalo oportuno “le vendrá como la palma de su manoâ€Â. Escritoras renombradas confunde “éste†con “aquélâ€Â. Y en el programa único de Tele 5 apareció en pantalla esta pregunta para los espectadores: “¿El servicio ha actuado de chivo expiatorio?†Se referÃÂan a los criados de alguien, que por lo visto se habÃÂan dedicado a espiar, que no a expiar, al señorito, y sin disfrazarse de cabras. Lejos aquellos tiempos en que, como me recordaba hace poco Antonio Gasset, la gente se escandalizaba de que el Doctor Cabeza, Presidente del Atleti, reaccionara indignado ante la pregunta: “¿Se considera un chivo expiatorio?†“Alto ahÃÂâ€Â, contestó el médico. “Por ahàno paso, por que me llame chivoâ€Â. ¿Cómo va a escandalizarse hoy nadie, si imperan la tacañerÃÂa, la tosquedad y la pereza lingüÃÂsticas que nos reprochaba nuestra pobre madre cuando nos tocó ser mastuerzos? El mundo pertenece hoy a éstos, sólo que son adultos.
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